La Artritis Reumatoide (AR) se caracteriza fundamentalmente por provocar inflamación crónica poliarticular y por destrucción progresiva del cartílago y del hueso subcondral. Es una enfermedad de curso crónico, con oscilaciones de la actividad y evolución hacia las deformidades y rigideces articulares. Como consecuencia se asocia con discapacidad y marcada disminución de la esperanza y calidad de vida. Si el daño que la enfermedad ocasiona en las articulaciones no se controla con un tratamiento precoz, este daño es progresivo e irreversible y el grave deterioro de la función física que provoca es solo parcialmente recuperable por la sustitución articular. Debido a los cambios experimentados en el manejo de los pacientes con AR en los últimos 50 años y en especial al inicio de los 2000 es previsible que se produzcan una reducción en las necesidades de artroplastias de rodilla y cadera de estos enfermos. Esta reducción será mayor en años venideros gracias a los mejores y más precoces tratamientos.