En el proceso de incorporación de la sostenibilidad en la sociedad, las universidades están rezagadas respecto a las empresas (Lozano, Lozano, Mulder, Huisingh, & Waas, 2013) y, al parecer, este fenómeno estaría mejor documentado en los países industrializados que en los países emergentes (Leal-Filho, Manolas, & Pace, 2015). En este contexto partimos de la idea que la sostenibilidad es un concepto dinámico que incluye la búsqueda del desarrollo sostenible, viable y equitativo a largo plazo. Las instituciones de educación superior se dedican a la formación de futuros profesionales, a la investigación, a la divulgación del conocimiento, a la creación y el desarrollo de la cultura y a la generación de una conciencia crítica; estas instituciones, se encuentran ante un nuevo desafío debido al papel clave que representa en la búsqueda de respuestas a uno de los más importantes retos sociales que se le plantean al nuevo siglo: el desarrollo humano ambiental y socialmente sostenible (Geli, Arbat (eds), & Junyent, 2002, pág. 11) Desde esta óptica las instituciones universitarias no pueden quedar al margen del camino hacia la sostenibilidad; lo que implica reorientar la gestión