Desde los más tempranos estadios de la hominización se fueron ensayando distintos sistemas de notación y registro para la palabra, hasta llegar a los actuales modos de escritura más complejos, como lo es el alfabeto. La palabra escrita es una entidad que excede en mucho la simple marca semiótica o huella mnemotécnica; implica una función epistemológica, habilita una forma de pensar diferente y de comprender el mundo respecto de los ámbitos estrictamente orales. La llegada del alfabeto a Grecia alertó a uno de los más grandes pensadores occidentales, Platón, acerca de los riesgos que entrañaba la utilización de la escritura en cuanto a que la consideraba perjudicial para acceder al verdadero conocimiento. Paradójicamente, no sólo expresa sus críticas por escrito sino que su sistema filosófico depende por completo de ella. A decir verdad, su pensamiento analítico no habría sido posible sin los efectos de la escritura, cuya influencia se advierte en los procesos mentales de la época. A lo largo de toda la epistemología platónica se pueden rastrear gestos implícitos de rechazo hacia el mundo de la cultura oral, cuyo prototipo era Homero.