Yajé, conocimiento milenario, desarrollado por pueblos ancestrales, que purga el cuerpo y el alma; bebida sagrada que llega a la ciudad y encuentra un sitio; que cae en manos bondadosas, en manos que siguen tradición, en herederos de culturas, en mujeres y hombres que buscan sabiduría. Yagé, Brebaje poderoso que pierde sentido, pierde alma y se extravía en el goce sin sentido, que llega a la red y se consigue en la esquina con propósitos no muy sagrados. Ayahuasca que sigue las rutas del hombre, las carreteras, calles y continúa su camino hasta refinados laboratorios, lejos del calor húmedo del amazonas, para ser convertida en propiedad, examinada, seccionada, dividida, escarbada para extraer sus secretos. Banisteriopsis que aparece en catálogos, revistas y artículos que olvidan al taita, a la lengua y entra en tribunales en donde debe pelear por volver a la tierra, a la selva, de donde quiso salir para enseñar, no para ser llevada a sitios extraños, y a donde finalmente volvió, distinta, diferente, pero volvió a seguir su camino.