La infección quirúrgica es la complicación más frecuente del procedimiento quirúrgico. Su importancia es tal, que los indicadores de infección hospitalaria se aceptan como uno de los parámetros de calidad asistencial más importantes que genera un centro sanitario. No existen en la literatura médica estudios con suficiente rigor estadístico que establezcan el riesgo relativo y el beneficio de la administración de antibióticos profilácticos en el postoperatorio o por periodos prolongados. Una profilaxis incorrecta se acompaña de consecuencias no deseadas del uso del antibiótico como la aparición de efectos secundarios, cepas bacterianas resistentes, infecciones secundarias y aumento del gasto. Como regla general ampliamente aceptada, la profilaxis debe suspenderse siempre tras un máximo de 24 horas después del procedimiento quirúrgico, y deseablemente debería realizarse una dosis única repetible si la cirugía se prolonga o hay pérdidas sanguíneas importantes. Sin embargo no disponemos de verdaderos estudios prospectivos que analicen con suficiente profundidad la eficacia y seguridad de una u otra pauta.