La complejidad conlleva a la superación de la organización clásica, marcada por el poder sobre la gente, un poder, concebido como la dicotomía poderoso/sumiso: sólo alguna instancia tiene poder si otra, que se supone por principio desprovista de poder, la reconoce como poderosa a través de la sumisión. Es el planteamiento del poder desde una visión simplista donde la organización, concebida jerárquicamente, un superior a quien se le otorga mando por la posición que ocupa y otro sobre el que se ejerce por estar en un nivel inferior, la ejecución del poder queda determinada por la subordinación. Es un poder que se fundamenta en la concepción de orden, centralización, jefe omnisciente, pirámide y organización mecánica que no responde a la complejidad reinante. Una complejidad que exige al gerente de las organizaciones divorciarse de la autoridad formal en razón de la conversión de las organizaciones en redes descentralizadas, donde la gente se comunica más, oye más y sabe más –más rápidamente–, tiene muchísimas más opciones, soluciones y oportunidades...