La Inspección de Educación ostenta una alta potencialidad y relevancia para la calidad y mejora educativas como organismo técnico y experto, poseedor de un gran prestigio en las comunidades escolares y depositaria de una sólida historia y tradición. No obstante, la revisión de la literatura académica y la práctica profesional muestran en los últimos años ciertas dicotomías y antinomias en sus funciones y posicionamiento en el sistema educativo. Es necesario dotarla de un modelo organizativo y fundamentación teórica que ajuste su naturaleza y cometido a las demandas y retos de la escuela del siglo XXI, crear un paradigma científico-pedagógico que sustente y oriente su ejercicio desde la “auctoritas”; repensar globalmente el rol y la posición de los inspectores en la organización académica al igual que sus relaciones con los centros; reconceptualizar el enfoque y las actuaciones supervisoras orientándolas permanentemente al perfeccionamiento educativo y al servicio público garante del derecho a una educación de calidad para todos.