En el cruce entre el contexto general de pauperización de la crisis de 2000/2001, especialmente para los sectores más marginales, y el aumento en la producción de bienes de consumo que lleva al incremento de los residuos, surgió la figura del cartonero. Si bien el cartoneo es una de las injusticias sociales más evidentes y visibles de la Argentina post-crisis del 2001, representó una alternativa y forma de trabajo para grupos de trabajadores informales provenientes de sectores con bajas posibilidades de inclusión dentro del sistema formal, que comenzaron a revolver los tachos de basura como medio de subsistencia. El cartoneo se diferencia del trabajo del recolector de residuos porque es un emprendimiento individual no planificado ni asalariado, que obtiene modestas retribuciones. Dicho fenómeno, que en Buenos Aires tuvo distintos períodos de crecimiento y de remisión desde fines del siglo pasado, se consolidó como una novedad social y de gestión ambiental. Sus formas de organización implican distintas modalidades de autogestión, liderazgo, comunicación, articulaciones con el poder y la comunidad.