Este trabajo surge de la experiencia de vivir una ciudad colonial mexicana, de practicar y percibir aquí los lugares, en encuentro con las estrategias cotidianas de los habitantes para la apropiación de un entorno tradicional. El espacio urbano de Puebla se valora siempre por su capacidad de testimoniar un pasado de múltiples atribuciones míticas, sin embargo, no es una entidad detenida en el tiempo, sino un elemento dinámico de la constante y compleja renovación de pasos, voces, rivalidades, intercambios, deseos, ventanas, oscuridades y silencios que constituyen las diversas formas comunitarias de rehacer la ciudad. El análisis se propuso hacer una mirada integral del espacio como experiencia, y se retomó la perspectiva propuesta por Kathrin Wildner (2005), un acercamiento a los aspectos materiales y simbólicos de la vida urbana. Destaca la necesidad de conjuntar en el lugar al menos tres elementos: las acciones físicas que posibilita, el significado social que se le otorga, y la forma individual en la que se le percibe y valora.