Hoy se insiste mucho en la necesidad de aprender a aprender, aprender a comprender y aprender a emprender, pero lo más importante, difícil y condición para todo lo anterior, es aprender a desaprender. Se habla mucho de innovaciones educativas, de la necesidad de cambiar, pero la mayoría de los cambios se limitan a introducir las nuevas tecnologías, cambiar el mobiliario o a incorporar el discurso de la necesidad de una nueva gestión o de la planificación estratégica. El verdadero cambio educativo exige romper con prácticas acomodadas, rutinas, rituales, hábitos, costumbres. Supone, en una palabra, desaprender la cultura enquistada en las viejas prácticas educativas, que nos impide innovar, crear, inventar la nueva escuela y la educación hoy necesaria.