En Nicaragua se vive un proceso de regresión institucional que rinde un culto desmedido a la personalidad del presidente. La composición de las estructuras político institucionales ha caído en manos de un sólo líder y su partido gobernante: Daniel Ortega. La élite del poder en Nicaragua se ha dedicado a consolidar la imagen de Ortega como el continuador de una revolución que hace mucho tiempo ya caducó. En lugar de revolución la Nicaragua de hoy experimenta un giro al radicalismo de la izquierda ortodoxa, una política gubernamental que viola los derechos humanos y que alienta la corrupción a todos los niveles del gobierno. Grandes empresas han surgido y prosperado al amparo del Estado como el Corporativo ALBANISA y otros negocios particulares de los allegados al presidente que dan cuenta de lo que ha devenido este icónico país centroamericano: un Estado botín, un país gobernado por el absolutismo; un país azotado por la pobreza, el desempleo y la desigualdad social.1979 marcó la entrada de Ortega al Gobierno, su retorno al poder en 2006, su tenaz reelección inconstitucional en el 2011 para mantenerse en el gobierno hasta el 2018 han ensombrecido el futuro a corto plazo del país.