Dolores Castro, en su obra poética, extrae las emociones del espacio cotidiano, recrea con la mirada los objetos, las sensaciones básicas y los hechos triviales para devolverlos al mundo de lo real, revestidos de misterio. Su estrategia lírica consiste en recuperar los instantes de la vida, cuyos vestigios permanecen en el rescoldo de las brasas, el movimiento de los párpados o en la ráfaga de una imagen en un verso. A la brevedad, como una pauta de estilo, habría que unir la sencillez de la expresión; en ella encontramos un lenguaje casi coloquial que habrá de enriquecerse mediante la construcción sintáctica y el uso de imágenes ‘humildes’, pero evocadoras. El color gris es uno de los más frecuentes en sus poemas, pero a él se habrán de sumar los tonos intermedios que conservan la memoria del fuego. Junto a las imágenes sencillas aparecen los adjetivos que se distinguen por su austeridad y que, por eso mismo, despojan al verso y al poema del preciosismo fácil; a veces propio de la expresión modernista tardía. Frente a la literatura‘femenina’, que cede a la declamación, Dolores Castro impone una poesía de gran belleza, pero contenida y enemiga de las concesiones.