El interés por la Innovación Docente ha venido aumentando en los últimos años, llegando a ser casi una exigencia de la sociedad al ámbito académico. Lo cierto es que en educación se innova poco en comparación con otros sectores. Los ensayos que se llevan a cabo no pasan de ser casos aislados que dan color en los congresos, pero que no terminan por cuajar en un proyecto estable. La razón hay que buscarla en la naturaleza misma de la educación, que se resiste a ser circunscrita a una serie de técnicas de eficacia (nunca) probada. El primer paso para innovar es la superación de la mentalidad tecnocrática que vino dominando el pensamiento pedagógico de las últimas décadas. Repensar la tarea educativa desde planteamientos más humanistas, es una tarea urgente. La gran incertidumbre que pesa hoy sobre nuestro modo de vivir es una invitación a explorar nuevos caminos de progreso. El que se propone aquí pasa por la recuperación de la confianza desde la reconciliación con el pasado. En ese pasado, personal y colectivo, se encuentra la explicación de los miedos que nos conducen al fracaso. Todos los que tienen responsabilidades educativas encontrarán un horizonte prometedor en estas páginas.