Los filósofos empiristas ingleses y escoceses del XVIII, reivindicarán el primado del sentimiento y, ligado a éste, el de la imaginación en las cuestiones estéticas y artísticas. Ello implicará desplazar las consideraciones sobre estas cuestiones, del objeto a la esfera de la subjetividad, esto es, del sujeto. Así, la experiencia estética -que lo es de/para un sujeto- es el nuevo ámbito desde el que se aborda y polemizan aquellas cuestiones referidas a la belleza y el arte y, siendo la nueva categoría del gusto y su desinterés -a pesar de su distinta valoración según autores (facultad autónoma, sentido interno)- articular en toda la estética empirista. El primado de la imaginación -de sus placeres-, el privilegio de la subjetividad y, por tanto, de la estética como experiencia -sentimiento- del gusto, o la autonomía del ámbito estético y artístico de otros discursos -históricos, morales, etc.-, implicarán la fundamentación de la estética moderna a la par que la emergencia -o la resemantización en el nuevo contexto- de las categorías estéticas de lo pintoresco y lo sublime. Estas categorías, precisamente por su alto valor sentimental, cuestionarán al normativismo clasicista