El discurso pedagógico debe actuar cual rayo de luz en el estudiante; despertar en él su potencial creativo y humano, que le ayude a crecer dentro de un mundo complejo y fraterno. En consecuencia el docente está llamado a ser un ciudadano de sólida formación ética, con capacidad para iluminar con sus mensajes, el camino que ha de recorrer aquel que transita las sendas del saber. Ese docente debe contribuir a despertar el deseo de querer actuar en bien propio y del prójimo. El mundo necesita docentes que motiven el deseo de vivir y revivir lo que el materialismo ha dejado a un lado. Están llamados a desbaratar el entramado de formación lineal, que obvia la paz de la humanidad en defensa de intereses particulares o malsanos. Urge formar docentes con alta calidad humana, que desde su discurso eleven la personalidad de quienes están en proceso de crecimiento ciudadano.