Ingresar al lugar de trabajo, asistir a un hospital, viajar en un transporte público o divertirse en un lugar de esparcimiento, son actividades diferentes entre sí pero tienen en común que son acciones desplegadas dentro de espacios organizados, regulados y sustentados desde parámetros operativos de comportamiento. El funcionamiento de las organizaciones (empresas, aparatos estatales, sindicatos, ONGs, festivales, centros culturales y espacios de entretenimiento) requiere de la regularización de los comportamientos sociales, de la coordinación y la supervisión de sus participantes dentro de marcos administrativos orientados a la previsibilidad, estabilidad y eficiencia; en los espacios organizacionales las personas tienen expectativas cruzadas sobre el accionar de los otros, se confía en que todos se ajusten a los protocolos y parámetros establecidos formalmente en cada organización. Las tendencias de racionalización que sustentaron la organización del capitalismo se enfrentan en las últimas décadas a fuerzas centrifugas dirigidas a minar esos ordenamientos que hacían estable el funcionamiento organizacional de la vida económica, política, social y cultural.