El istmo de Panamá ha servido de puente biológico desde su emersión hace más de tres millones de años, iniciando el trasiego de las distintas especies fitológicas y zoológicas incluyendo la humana. Tanto las primeras y grandes migraciones del norte procedentes de Asia a través del estrecho de Bering, hasta la de los amazónicos del sur procedentes de la Polinesia y Melanesia, atravesaron este territorio en busca de los grandes mamíferos ya extintos. El avistamiento colombino puntualizó y trifurcó, desde la época del rey Carlos V de España, las distintas variedades de grupos humanos hacia múltiples destinos del continente, pero al mismo tiempo como corolario invitó a los distintos pueblos del mundo para su instalación en esta tierra de oportunidades comerciales, de servicios y, últimamente, de emprendimiento ilimitado. Desde la creación del ferrocarril transístmico hasta la ampliación del canal actual, Panamá se ha enriquecido cultural y etnológicamente convirtiéndose en un crisol etnográfico que alberga, por lo menos, una pequeña muestra de todos los pueblos del orbe, formando alternativamente una simbiosis fenotípica y cultural sin precedente en la historia de la HUMANIDAD.