El futuro de la humanidad necesita abrirse a las expectativas fundantes de cada cultura originaria del mundo más allá de la visión que les busca imprimir la civilización occidental, cuya fe se cimienta en el dominio de una economía de carácter competitivo. Son en ese sentido el cauce de las aspiraciones de la pluralidad étnica que suele caracterizar a diferentes naciones políticas; quienes necesitan de la comprensión a su especificidad, la inclusión de sus perspectivas de derecho y el apoyo solidario en un marco de respeto a sus identidades. La apertura e inclusión, más que la integración a la modernidad es lo que puede hacer posible la realización de sus propios imaginarios de vida. La búsqueda de concurrencias y compatibilidad entre estas para su cohabitación en un planeta finito, complejo y frágil, es una oportunidad más que una limitación a fin de que el espíritu humano universal pueda expander sus posibilidades de pervivencia y trascendencia.