A medida que caminamos, conocemos nuestras herencias; los adultos mayores están habitados por ellas y por sus tradiciones y desde allí construyen sus autonarraciones y sus subjetividades. La presente indagación es una mirada a la etapa de la vejez en el escenario del juego desde la Épiméleia Cura Sui, de Michael Foucault. El juego referenciado como un dispositivo que potencia diversos asuntos en los adultos mayores, jugadores y espectadores, pretende develar ese “encanto” que seduce con mucha frecuencia las vidas de quienes disponen gran parte de su tiempo a esta actividad y que encuentran en él un refugio, una liberación, un escape, un “puente”, una excusa, un descanso, un lugar, un “ser de otro modo” como diría Huizinga (2000). Juego que los habita y que quieren habitar, ese “simulacro” del que habla Roger Caillois (1997), que los invita a atreverse; esa máquina del tiempo que los lleva a lo “infans”, de que habla Bárcena (2012) o por la “evocación de tiempos felices” que nos recuerda con nostalgia Euclides Jaramillo Arango(1985), pero con bellísima precisión y que de alguna manera les posibilita volver a representar, volver a significar, volver a mirarse, volver reconocerse.