En el sistema filosófico de Baruch de Spinoza la imaginación ocupa un lugar prominente como un engranaje principal de la máquina intelectual o la máquina madre de la fábrica del cuerpo. La imaginación es un principio de la existencia del ser humano puesto que, es en y con la imaginación que el ser humano despliega su vida interior, como conocimiento y afectividad, determinante de su vida exterior como obrar y actuar. Ya que en función de los afectos, así como es posible liberar al hombre también es posible esclavizarlo, con aquello que se le hace pensar y sentir. Lo cual ha sido lo más usual en los distintos regímenes sociales, con el cultivo de afectos tristes e ideas falsas que conllevan existencias determinadas por una relación de servidumbre, pues con la tristeza va aparejada la pérdida tanto de la fuerza de existir como de la potencia de obrar, modeladas al "gusto" y las necesidades del tirano. De tal manera, el uso y el mecanismo de la imaginación adquieren una importancia estratégica en el quehacer político, tanto para la liberación como para el sometimiento de los hombres.