El olfato es un sentido moderno. Si importante es su función primaria, la de percibir olores que identifiquen a una persona o un espacio determinado, extraordinarias son sus connotaciones simbólicas y emocionales, su capacidad de evocar lugares o situaciones del pasado. Además, las experiencias olfativas son fuente de placer y de deleite sensual. En ocasiones el olor puede resultar una obsesión, tanto que evitar el mal olor conduce a nuestras sociedades a eliminar sus primigenios aromas con el exceso de desodorantes, ambientadores y perfumes varios. La industria ha sabido aprovechar esta cualidad tan estimada en la actualidad, manipulando los referentes olfativos. De todo ello se ocupa la literatura, espejo de lo que acontece en la sociedad. La lengua interviene creando un nuevo léxico que define, denotativa y metafóricamente,la amplia gama de fragancias.