Colombia durante las últimas cuatro décadas ha tenido que enfrentar dos fenómenos que la han marcado y caracterizado como una nación perturbada por la violencia; uno ha sido el mercado de la coca –cocaína, que comienza a proliferar en el país a finales de los años 70, y comienzos de los 80, con la importación de la pasta de coca desde Perú y Bolivia por parte de carteles colombianos, como el cartel de Medellín. Pero, con la desaparición de este último a mediados de los noventa junto con su cartel rival: el de Cali, se reconfigura la dinámica de este mercado en el país, pues pasa a manos de actores como los grupos armados al margen de la ley: guerrilla de las FARC, y los paramilitares (AUC), y a grupos pequeños de traficantes de cocaína. Es en este nuevo escenario, cuando Colombia no solo se convierte en el principal productor de coca y comercializador de cocaína en el mundo, sino también en donde la misma dinámica del conflicto armado cambia, pues el involucramiento de forma directa dentro este mercado, de uno de sus actores principales como las FARC; pone en discusión ¿si es un conflicto con arreglo a fines políticos o solo de medios económicos?