La ciudad de Medellín ha vivido una violencia prolongada hasta el punto que ésta se ha convertido en un denominador común. Después de la violencia de los años ochenta caracterizada por el accionar de las milicias populares y del narcotráfico estructurado en el Cartel de Medellín, la incursión del paramilitarismo a fines de la década del noventa abrió paso a nuevas formas de violencias. Las operaciones militares ocurridas a inicios del siglo XXI dejaron claro el panorama: la fuerza pública no era suficiente para proteger la seguridad de la población. Incapacidad que no se debía tanto a cuestiones operativas o de estrategia militar, sino a que ésta era también parte activa de la guerra ya fuera por omisión o participación. Otra claridad fue que en el nuevo tipo de violencia armada la población civil se convirtió en el blanco central, siendo los jóvenes el grupo poblacional más vulnerable en tanto mano "gatillera", “peones de la guerra” deseables para ser reclutados por la criminalidad organizada.En medio de todo ello, los jóvenes no se han quedado estáticos y han desafiado la guerra creando alternativas de vida que rechazan la guerra y promueven la paz.