El actual protagonismo de los pueblos originarios de América Latina ha sido estimulado por quienes han migrado de sus espacios de origen, adquiriendo en el contexto migratorio nuevas lecturas e instrumentos socio-políticos que han reforzado la emergencia indígena en la región. En este proceso, la cultura aymara ha adquirido un rol fundamental, por el papel histórico que simboliza, por la extensión de su presencia a otras latitudes, por la reconstrucción permanente de su cultura ancestral, la conservación y reactivación de sus tradiciones y cosmovisión, la cual hoy arrastra a otros ‘pueblos’. En Buenos Aires, ante la relevancia de mantener y reactualizar sus prácticas ancestrales, fueron ejerciendo paulatinamente una autoidentificación como indígenas a través de la formación de ayllus, de la transmisión de valores como el respeto a la pachamama, la dualidad y reciprocidad (ayni) y la promoción de principios ético-morales, como el ama qhilla, ama llulla, ama suwa y el suma qamaña (vivir bien), asegurando la continuidad de sus expresiones así como el proceso de reconocimiento de su identidad a través de un continuo ejercicio de territorialización y apropiación de espacios públicos.