¿Cómo recordar una imagen? ¿Cuál es la naturaleza de ese resto superviviente que hace posible el vaso comunicante entre las imágenes y sus “fuentes originarias”? ¿Cómo nos asiste la aparición de lo que ya no puede ser visto? A lo largo de esta exposición se interrogará acerca de la manera en que el pensamiento ha entablado una estrecha relación con una “verdad iluminada” que habita bajo la garantía de la luz. Pero este sería también el riesgo de una incandescencia que implica que se la saque de esa falta de definición y de reserva, de ese aislamiento y de esa extrañeza que resguarda el ser de una posible incineración lustral. Este es el caso de la relación entre las imágenes, el lenguaje y los sueños, cuyo vínculo (el punto de contacto entre “los posibles de lo imaginario y lo imposible de lo real”), ofrece la clave de una “expresión original” para hablar no sólo de un vacío neutro y fundante, sino también, de la mezcla de las distintas fuentes de semejanza y desemejanza, la apariencia y lo bello, el horror y la fascinación. El pensamiento solicita la imagen.