Ha sido documentado el potencial uso terapéutico de animales de compañía para proporcionar beneficios fisiológicos y psicológicos en el ser humano (Fine y Beck, 2010) con un amplio apoyo empírico que justifica la inclusión de animales en distintos contextos de intervención y una acogida mayoritaria entre profesionales socio-sanitarios (Berget y cols., 2011; López-Cepero y cols., 2014). Sin embargo, es muy poca la investigación que evalúa la eficacia de la inclusión de un programa de TAA como intervención aplicada a pacientes con esquizofrenia. Los profesionales al atender a pacientes con un diagnóstico de esquizofrenia encuentran en ellos multitud de problemas clínicos, psicosociales y cognitivos. Las intervenciones han estado muy centradas en el tratamiento neuroquímico y rehabilitador de síntomas y contenidos psicóticos (Read y cols., 2004; Martindale y cols., 2008), combinando tratamientos farmacológicos y psicoterapéuticos para reducir el número de recaídas y hospitalizaciones (Valencia, 1999). Si bien este abordaje se muestra necesario no es suficiente (Vázquez y Nieto, 2006) y por ello la rehabilitación psicosocial se dirige a atender las necesidades emocionales y físicas.