Hasta aquí es el texto que el cuidador de la vieja iglesia me dió. La villa que recorrí, ya solo era un vetusto conjunto de diez casas donde viven pocos. La mayoría se fue a vivir a poblaciones cercanas más modernas. El valle sigue siendo hermoso y tiene una poza de agua caliente cerca de la naciente de los montes que lo separan del valle del Alto Mayo. Pero casi nadie usa esa poza y el valle parece encantado. Pregunté por la gente que vivía en la casa de la colina asomada al pozo de agua caliente. Me dijeron que solo recordaban a un viejo “gringo” que se había muerto solo hacía dos meses. No sabían de dónde había llegado. Tampoco recordaban cuándo. Solo recordaban que siempre se lo había visto por allí. Antes paseaba por los campos y se bañaba en el pozo de agua caliente. No iba por el pueblo nunca. Solo paseaba por los campos y el resto de bosque que había detrás de la colina. Nada más. Después ya no salía. Algunas personas del pueblo le llevaban cosas para comer. Y el daba a cambio monedas antiguas y algunas joyas pequeñas. Nada más.