La ética del desarrollo como libertad para lograr un buen vivir, más allá del crecimiento económico y tecnológico, aborda retos del mundo globalizado (alarmantes desigualdades, amenaza a la vida y sus condiciones de sustento en el Planeta, conflictos de convivencia en un mundo multicultural) declarando su compromiso con la justicia.Si bien hay disociación entre declaraciones éticas y prácticas humanas, explicada biológicamente por predisposiciones genéticas del cerebro, insuficientes para motivar un actuar moral anuente con nuestras declaraciones de justicia y solidaridad universales, junto a estas, en la construcción biosocial del cerebro operan también aprendizaje y experiencia. Así, para cerrar la brecha entre declaraciones y acciones es esencial la formación de un ethos.Aclarar sus elementos parte de la relación entre el enfoque humano de desarrollo y una ética sustentadora de la aspiración universal a la justicia: ética de la razón cordial, complementando lo normativo de la autonomía con una perspectiva hermenéutica crítica que atienda complejidades reales e históricas, reconozca carencias de libertad en contexto global, haciendo así posibles los objetivos éticos más elevados.