Durante los últimos años, la población mundial ha experimentado un aumento de los estados de ansiedad, debido a la incertidumbre social y a la precariedad de políticas integradas que origina y caracteriza a las economías globalizadas de algunos países. Según la OMS, en 2017 se presentó un aumento del 15% en la prevalencia de trastornos de ansiedad y un 18% en los trastornos depresivos, respecto a diez años atrás, con tendencia al incremento. Siendo la población juvenil la más vulnerable, con mayor relevancia aún en la población femenina. El libro que tiene en sus manos, contiene sorprendentes resultados derivados de un estudio comparativo experimental, sobre cómo la música (dadas sus propiedades físicas y psicofisiológicas), logra regular los estados e incluso los rasgos de personalidad ansiosa, tras incidir sobre la neuroquímica cerebral, alterando la concentración de neurotransmisores en ciertas regiones del sistema neuroendocrino. Regulando así, las respuestas fisiológicas y conductuales propias de la ansiedad. En este estudio se puede observar las grandes diferencias psicofisiológicas, de lo efectos generados de exposición a la música en vivo y a la música digitalizada.