La consolidación del modelo globalizador ha superado largamente las expectativas de los analistas del modelo y ha desplegado un modelo civilizatorio con estructuras sociales que imponen condiciones de adaptación para la población y la ciudadanía, marcando la pauta incluso de la interpretación de los límites y alcances de sus derechos. Uno de los problemas sobre el cual han puesto el ojo los organismos internacionales es la brecha digital, que por sí misma no permite comprender la magnitud de los problemas que subyacen al quehacer educativo, pero que afectan gravemente el desarrollo de los ciudadanos que requiere el mundo hoy más que nunca, pues nos encontramos en una época de declive de la humanidad ad portas a un cambio climático nunca antes enfrentado y que dadas sus características y afectación está siendo denominada como El Antropoceno. Es en este escenario que la educación puede retomar una ruta iterativa y dialógica de construcción de conocimientos contextualizados y desarrollo de habilidades cognitivas que incluyan los sentidos, a través de la conjugación de los estilos de aprendizaje y el pensamiento crítico como basamento esencial de una educación del futuro.