“Si yo no hubiera existido –dijo una vez William Faulkner-, otro cualquiera hubiera escrito en mi lugar… El autor carece de importancia, lo importante es lo que ha creado”. El norteamericano reiteraría después esa idea al recibir el Premio Nobel de Literatura en 1949, aclarando que tal recompensa no le había sido otorgada a él como hombre, sino a su obra. Basta esa noción del trabajo literario, del esfuerzo narrativo cuando es concebido como arte verdadero, para comprender forma y sentido en la obra del novelista nicaragüense Sergio Ramírez. Es precisamente esa cualidad (entre otras como la disolución de fronteras entre realidad y fantasía, entre Historia y ficción) la que se pretende destacar en este ensayo, que por tal razón se titula Ejercicios de estilo; pues como Faulkner, Ramírez ha sido siempre un experimentador, un ejercitador de lenguajes. Tanto en sus novelas como en sus cuentos es notable el constante afán de experimentar con distintas voces; la maestría para sacar partido a la riqueza inagotable del lenguaje, a sus diversas variantes idiomáticas y a sus constantes cambios de estilo.