El centralismo peruano profundiza las desigualdades económicas y sociales, intensifica las disparidades rurales y urbanas, ampliando así las brechas de desigualdad de ingresos comparándolos con tiempos anteriores y en relación a otros países de América Latina. Se resalta que el modelo de desarrollo y el tipo de Estado centralista, en el siglo XX e inicios del presente, han generado una desintegración social y territorial en el interior del país, intensificando la migración de las provincias hacia zonas urbanas de la costa y Lima Metropolitana. Una de las características de los inmigrantes que conforman los nuevos espacios urbanos importantes del país fue la recreación de su cultura andina, bajo nuevas modalidades e intensidades, lo que permite conservar y continuar con lo comunal desterritorializado. Asimismo, se patentiza que los movimientos sociales urbanos y rurales se han intensificado revelando que las migraciones de jóvenes se acentuaron en el Perú urbano con el consiguiente envejecimiento de las zonas urbanas y rurales emisoras, generando una estructura social diferente.