Con la finalidad de presentar nuevos senderos para resignificar lo pedagógico desde una ecología de saberes que avive el juego dinámico entre ellos, la autora reivindica la necesidad de educar desde una ecológica que atienda la diferencia, lo diverso, lo cotidiano, lo propio; promoviendo el diálogo de cosmovisiones, el entendimiento social y la convivencia armónica en colectivo. En este sentido, se presenta la coexistencia de distintas formas de saberes y aprendizajes; asumiendo a la ecología de saberes como un proceso dialógico visionado desde la toma de conciencia de los saberes de los sujetos educativos involucrados, que han marcado su existencia en la construcción de su tejido social. Sus planteamientos, expresan que los espacios pedagógicos universitarios deben reconsiderar la noción de formar a través de una mirada más compleja; permitiendo el uso del lenguaje como narrativa para el diálogo de saberes académicos, a través de la valoración de la existencia de otros saberes. Esto convoca y obliga a proponer una nueva alternativa para superar la pedagogía tradicional y darle paso a una formación abierta y flexible, centrada en la acción comunicativa del ser humano.