De las muchas razones por las que la gente va al psicólogo, existe un denominador bastante común: ese fondo de deseo insatisfecho, como de impotencia y conformidad con los límites del mundo, que hace que los esfuerzos de mejora se frustren cuando chocan con la realidad del sufrimiento y el dolor; esta miseria humana remite a lo que en la Antigüedad llamaban “humor negro”: literalmente, la melancolía. Y es que el desamparo existencial resume la historia de traumas y pérdidas, y por eso constituye el fondo de nuestra naturaleza, un misterio filosófico que entrecruza las preguntas de la psicología con las de la religión. Este libro investiga dos grandes enfoques para desentrañar la verdad del melancólico: el psicoanalítico de Freud, quien descubrió en la regresión al narcisismo oral la raíz de toda la psicopatología y el prototipo de las identificaciones sociales; y la perspectiva del Cristianismo, que pinta la vida del pecador como un auténtico valle de lágrimas. La última parte compara ambos planos y trata de ofrecer respuestas aptas para el mundo y los hombres de hoy; o lo que es lo mismo, una ética efectiva para afrontar el sufrimiento (pathos) del sujeto postmoderno.