La disparidad del mundo, sus extraños sucesos, la rareza de la variedad que nos rodea, nos confirman que la lectura es un acto subversivo en el que podemos contemplar el mundo desde diferentes perspectivas, aunque estas no parezcan guardar una relación consistente entre sí. La lectura puede ser fragmentaria al estilo romántico alemán. Una búsqueda de sentido entre las grietas de la vida cotidiana, entre los intersticios del vacío existencial, del cansancio, una necesidad del espíritu por ser otro, por romper los moldes precavidos del orden y la civilización. A veces, ese carácter variopinto se nos revela difícil de captar, dado que nuestra Imago mundi se reduce a unas cuantas experiencias, circunstancias adversas o propicias que constituyen el repertorio de imágenes que más ejercen influencia sobre nosotros.