Pese a los evidentes avances que durante las últimas décadas del siglo XX y el actual siglo XXI se han registrado a nivel internacional respecto al reconocimiento jurídico de la igualdad entre las mujeres y los hombres, en el terreno fáctico aquéllas aún distan de poder ver plenamente materializado a su favor el contenido de los textos legales y los discursos políticos. Es innegable el atavismo que en la actualidad aún se manifiesta en diversas sociedades, mediante la persistencia de añejos patrones idiosincrásicos y culturales cuyo único y absurdo fundamento es la inferioridad con la que las mujeres todavía son vistas desde la perspectiva de algunos hombres, dando por resultado diversas formas de discriminación contra ellas en los ámbitos familiar, social, económico y político. No obstante el indiscutible mejoramiento mundial de la condición jurídica y social de las mujeres, no podrá afirmarse que su igualdad con los hombres ha adquirido carácter sustantivo mientras en la realidad cotidiana millones de ellas sigan siendo objeto de transgresiones, vejaciones y atropellos a su vida, integridad, libertad, dignidad, autodeterminación y demás derechos y libertades fundamentales.