En la experiencia tradicional en desalojos forzosos por causa de las grandes presas se ha comprobado que, transcurrido el tiempo y cuando las situaciones individuales o familiares se han estabilizado, aun siendo evaluadas positivamente en términos generales, el desequilibrio que persiste es la ausencia de la comunidad, visible para quienes han permanecido en la zona y añorada por quienes fueron obligados a emigrar. Sin embargo, esas situaciones y sentimientos negativos no han aflorado en la población de Aldea de la Luz (Portugal). Al contrario, estimamos que el proceso de reubicación y asentamiento del nuevo poblado no ha implicado, afortunadamente para la comunidad residente (debido a las mejoras gozadas) una ruptura sustancial con el pasado, sino más bien, una aclimatación de los pobladores que, enriquecidos por las experiencias vivenciales adquiridas de manera directa, a lo largo de su vida o a través de su herencia cultural, están convirtiéndose en los únicos protagonistas de la producción socio-cultural del nuevo territorio que están reconstituyendo.