No existe una cultura de la comunicación especialmente dirigida hacia la condición del ciudadano de frontera. Tanto la comunicación privada como la generada desde los medios denominados públicos de Colombia y Venezuela acuden exclusivamente a la fuente de sucesos para incluir en sus informaciones o programación regular alguna referencia sobre la frontera. Así se desconoce la existencia de características que singularizan al ciudadano que desarrolla sus ciclos vitales en estos espacios geográficos. Para aminorar esta práctica excluyente de la mayoría de medios se hace necesario visualizar una estrategia de formación comunicacional dirigida a la gente de frontera en la cual se haga revalorización de los elementos que particularizan a estos contextos como espacios vivos, con sus propias dinámicas de interacción humana. Una propuesta que recoja las bondades y beneficios del proceso globalizador y a su vez, sea capaz de incluir en su ejecución los elementos propios de cercanía y proximidad socio-cultural de cada ámbito. En concreto, una suerte de glocalidad; sin resquemores ni chauvinismos por lo externo y sin universalismos radicales que minusvaloren lo cercano y cotidiano.