Estamos frente a la enorme oportunidad para que las Universidades se animen a “salir del clóset”, y comiencen a forjar políticas de inclusión como parte de la estrategia de valor. De esta manera no sólo se logrará mejorar la calidad académica sino también la forma en que es percibida la Universidad por el resto de la sociedad. La importancia del capital intelectual y el valor humano como parte de la cultura institucional se han convertido en un requisito vital de las nuevas Universidades para caminar en un contexto actual marcado por el estrés académico, la desigualdad y la discriminación. Los y las estudiantes ya están teniendo estas conversaciones, convirtiéndose en embajadores de nuestra Universidad, por lo que necesitamos darles un lugar que priorice sus intereses y se adapte a las tendencias mundiales de incorporar el respeto a los derechos humanos. Nuestra Universidad no puede voltear la vista hacia otro lado. De lo que comuniquemos dependerá la enseñanza, el aprendizaje y la diversidad educativa.