El deseo homoerótico se ha conformado en Latinoamérica asumiendo las claves de la violencia y el poder mascultista, como contracara de un sistema biopolítico de ordenación y control sobre los cuerpos. La violencia de este sistema ha generado exclusiones y asimilaciones que han negociado los movimientos gay con las agencias normadoras (políticas, civiles e incluso religiosas) para ser reconocidos dentro de la institucionalidad. Sin embargo, estas alianzas han generado nuevas exclusiones y categorizaciones, impidiendo la huida desde los márgenes asignados. Los guetos sexuales han especializado un deseo de mercado sexual e indentitario. Ser gay o heterosexual implicaría, desde esta perspectiva, constituir un sujeto marcado que consume ciertos productos en determinados espacios. Ésta dinámica se contradice con una forma heterogénea de placeres en espacios mixtos como los parques, cines eróticos, quintas de recreo, baños públicos y saunas. En este texto pretendo develar estas limitaciones y los estereotipos generados en torno a la masculinidad gay y heterosexual, proponiendo una nueva política de los cuerpos y el placer, desde un análisis foucaultiano y las políticas queer.