El teatro que surge en Bogotá desde los cincuenta marca una ruptura en la forma de hacer dramaturgia en la ciudad y en el resto del país. La expectativa revolucionaria en Latinoamérica hizo que los artistas asumieran la política desde el teatro a partir de una estética marxista, dando lugar a formas de militancia desde posturas partidistas de izquierda. Por un lado, el Nuevo Teatro agrupó a los artistas pro-soviéticos que eran cercanos al Partido Comunista Colombiano (PCC) y que defendían la metodología de la creación colectiva en el Teatro La Candelaria. La corriente de teatro universitario, por otro lado, se inspiraba en el maoísmo y era cercana al MOIR, representada en el Teatro Libre de Bogotá. El texto explora cómo estos grupos evidencian las disputas ideológicas y estéticas dentro de la Nueva Izquierda con respecto a la forma de hacer teatro y la relación con el público, a pesar de compartir su crítica al “arte por el arte” sin ninguna postura política, y su diagnóstico marxista de la realidad social. Esta postura en sus obras tenía el propósito de acercarse a los sectores populares para impulsar una revolución político-cultural desde los escenarios de Bogotá y de Colombia