Percibimos, las cosas suceden dentro y fuera de nosotros en el límite impreciso de nuestro cuerpo, creamos conceptos en un acto reflexivo de pensar y de pensar que pensamos. Algunos, sólo algunos, buscan el fundamento de las cosas que perciben, por qué suceden, como suceden, anticipando que cada nuevo por qué abre una nueva búsqueda y se vuelve infinita y probablemente infructuosa si pensamos en términos de utilidad. El preguntarse por qué, es el principio del pensar filosófico y comienza a tener sentido cuando dejamos a un lado el utilitarismo. Porque el pensar filosófico cuestiona todo, y nos convierte en objetivos difíciles de engañar, de conducir, de someter para aquellos con intereses perversos. En los sistemas políticos nos convertimos en prisioneros porque no podemos distinguir entre apariencia y realidad, tal y como lo expuso Platón en la alegoría de la caverna, somos sociedades encadenadas y habituadas a sombras proyectadas constantemente en nuestro entorno hasta que las incorporamos a nuestra realidad y se hacen, muchas veces, incontrovertibles.